La asignatura pendiente
Parece que a nuestra sociedad le gusta celebrar acontecimientos de los que acaba por olvidarse a los pocos segundos. El pasado 17 de octubre, sin ir más lejos, medio mundo se volvió de lo más reivindicativo con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.
Esta jornada se celebra desde que en el año 1992 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableciera que este día se dedicaría a concienciar a la población de lo importante que es poner fin al problema de la pobreza, en especial en los países subdesarrollados.
En realidad, lo que ocurre es que la mayoría nos olvidamos de los problemas reales de nuestro planeta cuando nadie nos recuerda, por ejemplo, las dificultades a las que se enfrentan las personas que viven en el Tercer Mundo. De hecho, en los últimos años la sociedad occidental no hace más que hablar de globalización, pero este fenómeno globalizador no está haciendo más que distanciarnos más, en vez de ayudarnos a alcanzar un cierto equilibrio. Hace un año, por ejemplo, la ONU hizo público un estudio en el que constataba el aumento de los índices de pobreza.
Según la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, aún hoy más de 40 países se enfrentan a la escasez de alimentos. En concreto, gran parte de ellos están sumidos en una situación de emergencia alimentaria. La mayoría de estos países se encuentran en África. De todos ellos destaca el desastre humanitario de Darfur, una región de Sudán cuyos problemas de seguridad impide que las cosechas se desarrollen con normalidad. Pero no sólo el continente africano padece por las hambrunas: también hay carestía de alimentos en algunos países asiáticos y en el centro y sur de América. El Mapa del Hambre de la FAO controla muy de cerca cuál es su evolución.
Por suerte, algunos países subdesarrollados parecen ir registrando algunas mejoras políticas, sociales y económicas. El principal indicador que mide los progresos generales de un estado es el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Fue creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 1990 y se calcula teniendo en cuenta datos como el PIB, la esperanza de vida, el nivel de alfabetización.... Esta variable, además, nos permite catalogar los países en tres niveles diferentes:
- Países con desarrollo humano alto: IDH de 0,800 o superior.
- Países con desarrollo humano medio: IDH de 0,500 a 0,799.
- Países con desarrollo humano bajo: IDH inferior a 0,500.
El último Informe sobre Desarrollo del PNUD dice que en estos años ha habido una “mejora general del Desarrollo Humano”: las nuevas generaciones, por suerte, pueden aspirar a tener más esperanza de vida que sus padres, pueden alcanzar un nivel cultural superior… Pero las cifras a veces nos engañan. Ya lo hemos visto en otras ocasiones. Junto a estos progresos cabe señalar datos lamentables, como el aumento de la mortalidad infantil en África, o las muertes que provoca el SIDA en esta misma región. Todos estos datos deben ayudarnos a reflexionar. Quizá debamos relativizar o replantear jornadas como la que nos ha dado pie a este reflexión, porque, en el fondo, la pobreza es un tema demasiado serio y complejo como para acordarnos de ella tan sólo una vez al año.
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